Entre numerosas especies que están en vías de extinción hoy, por causas diversas pero relacionadas siempre con la intervención del hombre sobre el medio ambiente, elegimos el ajolote, un animal que parece salido de una película fantástica.

El ajolote, del náhuatl āxōlōtl (animal de piel lisa de agua) es un anfibio de la familia ambystomatidae. Los aztecas lo veneraban como a una manifestación del dios Xolotl, quien llevó a las almas al inframundo junto con el sol poniente. Julio Cortázar, uno de los mejores escritores argentinos, lo eligió como protagonista de uno de los cuentos de su libro Final de juego.

Es el único vertebrado capaz de regenerar sus tejidos para recuperar extremidades o branquias amputadas. Alcanzan la madurez sexual luciendo como larvas, con agallas y cola. Por esta razón no se desarrollan físicamente sino que se regeneran cuando sufren algún daño.

Por su simpático y extraño aspecto, y por su variedad de colores con destellos brillantes, es adoptado como mascota de pecera, aunque es hoy una de las especies más amenazadas por la extinción, consecuencia de la contaminación con fertilizantes, pesticidas y basura en sus hábitats naturales en lagos de la ciudad de México.

Actualmente en uno de sus principales hábitats, el Lago Xochimilco de la ciudad de México, la contaminación, los agrotóxicos, la proliferación de plantas acuáticas que les disputan el oxígeno, y la creciente población de otros peces que depredan sus huevos y crías, son sus principales causas de peligro. Desde diferentes fundaciones proteccionistas se está sembrando el ajolote en otros lagos mexicanos para favorecer su supervivencia.