Desde agosto hasta fines diciembre, con mayor presencia en septiembre y octubre, estará en nuestras costas australes la reina de la Patagonia: la ballena franca austral.

Cada invierno argentino regresa a las costas de la provincia de Chubut, a Península de Valdés especialmente, este gigante del mar que genera tantas simpatías entre seres humanos de todo el mundo. Llegan desde distintos puntos de los mares del sur con el objetivo de aparearse y reproducirse, algunas ya guiando a sus crías recién nacidas.

Uno de los lugares privilegiados para avistarlas es la pequeña localidad de Puerto Pirámides, desde donde parten catamaranes hacia alta mar para experimentar la proximidad con las hembras y sus crías, que generalmente son muy amigables y curiosas e interectúan con los tripulantes de las embarcaciones.

Las hembras de ballena franca austral llegan a medir 13 metros, mientras que los machos pueden alcanzar los 15 metros. Son de color gris azulado y negruzco y presentan cuerpos de callosidades en la cabeza que por su original diseño cumplen la función de identificar a cada individuo. Los ballenatos recién nacidos miden 5 metros. Los cetáceos adultos llegan a pesar 5 toneladas.

Gracias a las campañas de protección de la ballena franca austral, su población ha aumentado en los últimos años y se calcula que actualmente llega a las costas argentinas la mitad de la población total de ballenas que existen en el mundo. Por este motivo y por la diversidad de flora y fauna que alberga, la Península de Valdés ha sido declarada Patrimonio Natural de la Humanidad por la Organización Naciones Unidas en el año 1999.